RELATOS DE VIDA
Pasaban de las 9 de la noche, cuando Rebeca se dio cuenta de que le faltaba leche para la cena de sus hijos. Sin demorarse, tomó el monedero y se encaminó hacia la tienda para realizar la compra antes de que cerraran.
Al llegar al establecimiento, tomó el producto lácteo y se dirigió a la caja, donde fue atendida por un chico que no había visto anteriormente, y al hacer el escaneo corporal logró observar un tatuaje en su antebrazo que le llamó la atención.
Se trataba de la mirada de una mujer, perfectamente delineada y con atinadas sombras que permitían ver las líneas y la luz en el iris de los ojos, además de estar enmarcado dentro de un rectángulo.
Para hacer la plática mientras le cobraba, Rebeca le hizo el comentario:
—Está bien padre su tatuaje, está muy bien detallado.
Y el joven inmediatamente le contestó:
—Me lo hice hace 3 días, pero es una larga historia.
Y su cara cambió de semblante.
Al notar cierta nostalgia, ella decidió ya no hacer preguntas y comenzó a sacar el dinero de su monedero para pagar, cuando escuchó:
—Le voy a contar.
Y entonces levantó la mirada, ansiosa por escuchar la narración.
El chico comenzó a relatar:
—Hace tres días me hice el tatuaje como una sorpresa para mi novia. Me encantan sus ojos y por eso quise llevar su mirada tatuada en mi cuerpo, y también era una manera de mostrarle lo mucho que la amo.
Entonces Rebeca intentó saber más: la reacción de la susodicha, lo que dijo o lo que hizo, y se le ocurre asegurar:
—De seguro tu novia se sintió emocionada al verlo —seguido de una pregunta—: ¿qué te dijo?
Y nuevamente la faz del muchacho cambió, para después responder:
—Pues me dijo que termináramos, que ya no quería estar conmigo, que desde hace tiempo ya no se sentía bien a mi lado, pero que no sabía cómo decírmelo y por eso se tardó tanto.
Y el silencio se apoderó del lugar.
Apenada por la pregunta, y más por la respuesta, le sugirió:
—No te preocupes, ya existen maneras para quitarte ese tatuaje.
El joven le respondió de manera inmediata:
—Mejor me lo dejo. Me va a costar y doler más que si me obligo a olvidarla.
Ante la respuesta, Rebeca intentó mejorar su comentario y hacer sentir mejor al muchacho:
—Tienes razón, además estás muy joven y encontrarás a otra persona. Pero no olvides la leyenda urbana: nunca tatuarse algo de tu pareja, porque eso es una separación segura.
El cajero volvió a cambiar su semblante y ella se sintió culpable de nuevo; así que solo tomó la leche, recibió el cambio, le agradeció y regresó a su casa.