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jueves, enero 16, 2025

El peligro de olvidar, el precio del conformismo

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LUZ DEL PENSAMIENTO

El olvido es uno de los temas más enigmáticos para los seres humanos, los filósofos han discutido sobre qué nos hace lo que somos, alguno diría las experiencias, lo que vemos directamente es la realidad y eso apunta a quiénes somos. El cogito ergo sum rápidamente diría lo contrario, ¿cómo podemos saber que nuestros sentidos no nos mienten? Los últimos experimentos neurológicos han encontrado eso en síndromes como el dolor fantasma; donde personas que viven amputaciones pueden sentir dolor u hormigueos en extremidades que ya no están.

Alguno más hábil dirá, es la razón y el conocimiento teórico el que nos da la certeza de la realidad, la lógica, la matemática y la argumentación nos recuerdan lo que es cierto, lo que es real y con ello lo que somos. Los epistemólogos del siglo XX ya han tomado la delantera y han fracturado esa idea. Por supuesto que la lógica y la matemática son certeras siempre, son inventos humanos hechos para tener esa perfección. Nadie niega que 2+2 sea 4, pero es tramposo creer que por ello las matemáticas o la lógica son reales, puesto que son ideas abstractas que funcionan en nuestra abstracción, pero en la realidad no existen ni los números o los conceptos, más bien son atributos que inventamos nosotros para que sea más fácil manejarlos.

¿Acaso puede ser nuestra historia ese margen de realidad que nos diga algo de nosotros? La historia es finita, sus registros no son perennes, el soneto de Ozymandias nos recuerda perfectamente esa cualidad que tiene tanto la autoridad o uno mismo: de desvanecerse en el tiempo, justamente como en el poema, Ramsés el Grande era el faraón más poderoso en la historia de Egipto, un conquistador temido que controlaba la tierra y el mar, que para el siglo XIX, de su legado, sólo quedaban colosales ruinas y una efigie a su nombre besando el suelo, besando la arena solitaria de un desierto abandonado por la civilización.

Solo hay algo que define quiénes somos, algo mínimo y sumamente frágil. Los recuerdos son muy delicados, la enfermedad, el estrés y la premura del tiempo moderno interrumpen su grabado. Como individuos, somos nuestros recuerdos; como sociedad, nuestra memoria hablada. Pero, ¿qué es lo que nos hace olvidar? A veces no olvidamos, solo que lo que percibimos no es bien grabado, otras veces la mala salud deteriora su almacenamiento y en casos más puntuales el deterioro de nuestro cerebro limitará lo que podremos recordar.

Somos nuestros recuerdos, pero, ¿si no hay algo físico o ambiental que nos haga olvidar, entonces, por qué lo hacemos? Freud tiene una idea interesante al respecto. El olvido es un síntoma, es un conflicto entre lo que sí queremos reconocer y lo que no.

¿La memoria solo ocupa espacio en nuestra vida personal o también la pública, la política? Cada octubre se conmemora la matanza del día dos, un hecho trágico para cientos de mexicanos que marca el punto límite de cinismo en la política, del momento trágico cuando solo hay guerra para quien quiere justicia y paz para perpetradores del crimen impune. Muchos dicen: “el 2 de octubre no se olvida”, pero varios jóvenes y no tan jóvenes lo ven como un pasado lejano, algo que solo tiene espacio en los libros de historia y que tiene tanta relevancia como anotar una monografía del tema para la escuela. Entonces ¿por qué olvidamos las matanzas? Freud tiene una idea acertada: olvidamos por economía, no dinero. Nuestra energía psíquica busca una salida, pero concientizarse, reflexionar o hasta hacer un trabajo crítico esos días tiene un costo. La energía psíquica busca economizarse, no dar tantas vueltas, no tener tensión. Para qué hacer acto de consciencia esos días, reflexionar sobre el autoritarismo o analizar nuestro presente para evitar que nazcan los caminos que recorrió el pasado ahora en nuestro futuro; mejor podemos ir por un café, ir un rato a tomar y salir de fiesta o una salida al cine. Nuestra mente prioriza siempre el placer, pero nos hemos acostumbrado a su inmediatez, estos actos de reflexión no tienen lugar y se desplazan, no tienen espacio en una sociedad que vende soluciones a todas las necesidades, aunque en realidad no solucionen nada.

Recordar produce conflicto, porque conlleva compromiso, por eso olvidamos, no es que exista un grupo selecto de grandes pensadores e intelectuales, paladines de la verdad y la crítica, que de manera bohemia se opongan a esta “era de la estupidez”, sentirse en ese pilar es absurdo, narcisista. Todos podemos olvidar y no es malo solo querer distraerse en algo para olvidar las terribles cosas que abundan afuera. Más ahora que la guerra, la tensión internacional y las crisis son el pan de cada día en un circuito cerrado que nos sobreexpone a información e imágenes fuertes, un dispositivo social que quema nuestras mentes y solo nos deja la alternativa del consumo como una salida rápida al descanso contra la sobreexcitación.

Empero, nunca hay que olvidar que el olvido guarda un peligro, más en la vida pública. En cada oscilación del poder en el país hay giros inesperados donde reaparecen figuras poco conocidas a intentar tomar un lugar en el sufragio. Sea cual sea el puesto al que aspiren muchas veces tienen un patrón en común: hacen un “borrón y cuenta nueva”, llegan a un nuevo municipio donde desconocen de ellos, se bautizan y expían de sus pecados en las investiduras de otro partido. Otros hacen lo posible por usar todo su poder para desaparecer su pasado a la fuerza.

Pachuca ya ha visto cosas de ese tipo, con ex gobernadores que han intentado volver a jugar a la política en municipios donde han pasado por desapercibidos. Pero hay también promesas jóvenes del cinismo. Aquí la comunidad universitaria debe tener cuidado y una crítica feroz contra uno de sus personajes más polémicos: Esteban. Para muchos no es raro, un fósil auténtico que ha manejado a sus anchas el consejo universitario, donde se ha rumorado, desde el paro universitario del año pasado, que ese poder se ha usado para solapar a acosadores. Aunque es necesario recalcar que se habla desde los rumores y lo no cien por ciento confirmado, algo que ha sido cubierto es el proceso legal que ha tenido el eterno estudiante tras las agresiones cometidas contra los estudiantes del IDA. 

El olvido es sencillo, pero tiene un precio bastante elevado, por algo no debería ser extraño ver a un personaje como este buscar un nicho dentro de algún partido. Siempre se mencionó desde los pasillos universitarios la posibilidad de una carrera política. Por lo que queda en manos de la población recordar u olvidar a este personaje. También tener en la mira sus movimientos, hay muchas tácticas para los lavados de imagen que hacen renacer a estos sujetos; cambiarse de domicilio es de lo más sencillo, tal vez debería existir una legislación especial para casos de cargos públicos. 

Es complicado saber qué depara con este individuo, su ascenso está aún por iniciar y no podemos tener claro en realidad si será de las personas que de modo cínico se lanzan a lo grande o de quienes prefieren la mesura y crecen en silencio mientras el tiempo hace estragos en la memoria. No se puede ser oráculo y adivinar el porvenir en este tipo de carreras. Pero algo es claro, el olvido se paga y se paga muy caro, pues al final la desdicha y el arrepentimiento es siempre el precio del conformismo.

Ilse Rodriguez

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